domingo, 26 de octubre de 2008

El lugar donde habitan los sueños

Toda mi vida había estado intrigado por saber el lugar en el que habitan los sueños. Cada noche trataba de prepararme para poder registrar el momento en el que entraba en ese lugar. En teoría, debiera ser sencillo y fácil. Era yo el que decidía ir a dormir. Sí, ya sé, mi cuerpo me avisaba, pero era yo el que decidía. Asi que, sí, debiera ser sencillo y fácil, encontrar el lugar adonde vas mientras duermes.

Y así, empeñé mi vida en el objeto de esta búsqueda. Pasé años y años en ella. Pero nada, por mucho que lo intentaba, no lo conseguía. Por mucho que mi mente estaba alerta, hasta el último minuto en el que el sueño me vencía, no encontraba ese lugar. No encontraba nada. Cada día me levantaba sin nada. A veces, y sólo a veces, me levantaba con el recuerdo de un pedacito de sueño. Pero nada más. Nada más que me diera pistas. Nada que me indicara el camino. Para que puediera ir cuando yo quisiera. Para que pudiera ir cuando lo necesitara.

Porque yo creía que, en el lugar donde habitan los sueños, habitaban las respuestas a mis preguntas sin respuesta. Porque yo creía que, en el lugar donde habitan los sueños, habitaba todo aquello que soy yo y que todavía no conocía. Porque en ese lugar, estaba seguro, es donde podía encontrar la eternidad.

Comprenderéis por ello lo importante que esa búsqueda era para mí. Era preciso que lo encontrara. Pero cuanto más empeñaba, cuanto más estudiaba, cuanto más practicaba, la cruda realidad se hacía presente. No sólo no conocía el camino, sino que cada vez estaba más lejos de él. Cada vez se me hacía más esquivo y oscuro.

Así que, llego un día en el que me cansé. Y harto de tanto buscar, harto de tanta pauta, de tanto conocimiento, de tanto método, decidí dejarme llevar. Era viejo y estaba cansado. Y en aquella búsqueda, había invertido mi juventud. Mis ganas y mis deseos de vivir. Y ahora, sólo quería descansar. Y dejarme llevar.

Y al poco de descansar...un día, mientras dormía, en mis sueños apareció un camino. Era ancho, pedregoso y verdoso, y al fondo, muy al fondo, había una puerta. Llegué rápido y la puerta se abrió y entonces...allí estaba...yo...

domingo, 19 de octubre de 2008

Ladrones de vidas

Cuando me empecé a relacionar con ellos notaba algo extraño. Percibía algo en ellos que me inquietaba. Pero sus palabras decían otra cosa. Me decían que me apreciaban. Y entonces, yo dejaba pasar la inquietud. La relegaba al fondo de mí mismo y trataba de no pensar en ello.

Poco a poco, con dificultad, yo trataba de construir mi vida. Y ellos, me preguntaban de vez en cuando, que qué tal me iban las cosas. Y cuando les contaba, su cara mudaba en una máscara, si las cosas eran buenas. Una máscara que para mí, quería decir otra cosa. Porque con todo su alma, lo que sentían era otra cosa. Entonces yo me descubría pensando así, y volvía a desterrar de mi cabeza estos pensamientos.

Y así pasó mucho tiempo. Mucho tiempo en el que me enredé y me entretuve en enterrar y desterrar esas sensaciones que me inquietaban acerca de los otros. Mira que era mala persona. Mira que pensar mal de los otros. Dónde iba yo. Y en ese mira que...me perdí a mí mismo. Y empecé a seguir los consejos de los otros. Sólo de los otros. Lo que yo pensaba sobre mi vida no valía. Los otros eran los que sabían. Los otros eran los que tenían la razón. Todo mi ser era una pura equivocación.

Y así, mi vida empezó a ser la vida de los otros. Llevaba la vida que ellos diseñaban para mí. Yo era su juguete especial. Estaba completamente en sus manos. Y empecé a caer. Y cada día caía más y cuanto más caía, más acudía a los otros. Necesitaba urgentemente su consejo. Necesitaba urgentemente su presencia. Y cuanto más necesitado estaba, y cuanta más urgencia tenía, tanto más los otros se alejaban. Tanto más los otros tardaban.

Hasta que un día me encontré solo. Solo. Completamente. Los otros no estaban para mí y yo tampoco estaba para mí. Hacía mucho tiempo que había desaparecido. Desaparecido por dudar de los demás. Y por no seguir dudando de ellos, dudé de mí mismo. Ése fue mi mayor error.

Cuando quise darme cuenta, mi vida casi había terminado. Y solo, en la oscuridad de mi desgracia, decidí acudir a aquél de quien primero había renegado, es decir, decidí acudir a mí mismo. No fue pronta la respuesta. Pero al final llegó. No tenía nada más.

Tuve que emplear muchos años. Tuve que hacer muchos esfuerzos. Pero al final, me recuperé a mí mismo. Y aprendí, que, aunque se esté en la circunstancia que se esté, de quién nunca te puedes separar, ni renegar, es de tí mismo. Y si lo haces, tu vida habrá dejado de ser tu vida. Será la vida de...otro...

domingo, 5 de octubre de 2008

Expectativas

Soy el dios de las expectativas. Para cada minuto siguiente al que estoy viviendo, imagino cincuenta mil cuestiones que podrían pasar. Y cuando llega el minuto siguiente, ya estoy imaginando otras tantas. Nunca me paro a pensar en el hecho de que, cuando van llegando los minutos, ninguna de las cuestiones que había imaginado se ha cumplido. Sería demasiado duro.

Por eso, antes de que tenga plena conciencia del desastre, ya estoy imaginando para los minutos futuros. Es la base de mi supervivencia.

Enfrentarme al hecho de que la realidad es de otro modo, a veces muy diferente a lo que he imaginado, es algo, para mí, demasiado doloroso. Si me permito darme cuenta de la enorme cantidad de expectativas incumplidas, tengo por seguro que moriría...de dolor...y de ansiedad...la cruda realidad es demasiado para mí.

No creáis que no intenté ser realista. Lo intenté con todas mis fuerzas. Intenté sujetar mi imaginación y mis deseos. Intenté no tener expectativas. Intenté experimentar aquello que pasara, sin interpretarlo, sin compararlo con lo que hubiera esperado.

Pero el choque con la realidad fue todas las veces tan intenso...que experimenté mi muerte decenas de veces...demasiado duro para una vida. Asi que, poco a poco, ideé este mecanismo de protección...contra la realidad...

Para cada minuto siguiente de mi vida...invento mil expectativas...y según van transcurriendo los minutos...mi imaginación y mis deseos se exprimen al máximo, en un éxtasis de sentidos y de emoción, tan al límite, que no me da tiempo de establecer comparaciones con la realidad...Es cansado, pero...esa es mi naturaleza...y mi vida...una pura expectativa sin cristalizar...