domingo, 31 de mayo de 2009

Las personalidades subterráneas

Pronto descubrí que yo era muchos yos. No se me ocurrió decírselo a nadie. La primera vez que me ocurrió, sin previo aviso, me quedé desconcertado. No daba crédito. Aquél que hablaba por mi boca, que producía el sonido en mis cuerdas vocales no era yo. No podía ser yo.

Yo nunca hubiera dicho semejante cosa. Aunque lo pensara. Porque pensar...podía pensar cualquier cosa. Pero hablar era otro asunto. De mucha mayor gravedad. Ya que mis pensamientos eran sólo míos. Sólo producían efecto en mí. Pero hablar...hablar era asunto mío y de los otros. Del mundo entero.

Mi habla producía cambios en los demás. Producía cambios en mi entorno y probablemente, por derivación, producía cambios en el mundo entero. Aunque fueran infinitesimales.

Asi que...hablar...no podía decirse cualquier cosa. Era necesario medir las palabras. Era necesario calcular sus efectos. Por eso, hablar, para mí, era un asunto muy serio.

Comprenderéis entonces que me sorprendiera tanto que mi boca pronunciara palabras que no había meditado, ni controlado, ni sopesado cuidadosamente...palabras, además, que no iban con mi persona, con mi imagen pulcramente cultivada a lo largo de los años.

Y mientras mi boca ejercía su libre albedrío, yo solamente podía ser prisionero de ella. Los demás se sorprendieron tanto como yo, pero, aparentemente, no se produjeron otros efectos más allá de la sorpresa.

Cuanto todo hubo terminado, comencé a pensar. Ciertamente, alguna vez había pensado aquellas cosas que mi boca emitió. Pero había decidido que serían solamente pensamientos. Hasta ese día en que mi boca se rebeló.

Más adelante, me volvió a suceder. Esta vez no se rebeló mi boca, sino mi cuerpo entero. De repente, decidió correr, a pesar de que yo había decidido no hacerlo. Era inaudito, pero...allí estaba el hecho...la rebelión...

Se fueron sucediendo en el tiempo todo tipo de rebeliones. Todo lo que intentaba controlar se rebelaba y se escapaba por alguna parte de mi cuerpo o por alguno de mis sentidos. Rebeliones absolutas y profundas que me llevaron a querer desaparecer, tal era mi desdicha.

Pero justo cuando quise desaparecer, cuando iba a perpetrar uno de los pocos actos de libre albedrío que quise ejercer, una rebelión mil veces mayor que las anteriores se produjo. Y una gran voz resonó en mi interior, ocupándome absolutamente...e invitándome a aceptar las rebeliones como parte de mí.

Caí al suelo redondo y me quedé allí, pensando. No sé cuánto tiempo pasó. El que caso es que llegué a la conclusión de que si aceptaba las rebeliones como parte de mí, quizá las pudiera controlar. Y así, decidí poner atención cada vez que ocurriera alguna.

Pasó tiempo hasta que descubrí un patrón en cada rebelión. Y después del patrón, encontré el lugar de mi yo en el que se originaban...y descubrí también por qué se originaban...cada conjunto de circunstancias particulares daba lugar a una rebelión determinada...había encontrado la pauta y...en lugar de controlarlas... decidí...nombrarlas...

Asi es cómo encontré la puerta de entrada a...mis personalidades subterráneas...

lunes, 11 de mayo de 2009

Compromisos

Me comprometí conmigo mismo. A conocerme a fondo. A bucear en los espacios más recónditos de mí. En las oscuridades y las bajezas. En las virtudes. En las indiferencias. En mis afectos y en mis odios. En mis días felices y en mis días negros. En mis días indiferentes.

Me comprometí. A querer siempre más. A avanzar con paso firme, por encima de mis circunstancias y de mis inseguridades. A fijar siempre un objetivo más alto. A no vacilar en el camino. O a vacilar para poder encontrarlo.

Me comprometí. Con el desafío de saber quién soy. Con poner a prueba mis límites. Con poner a prueba las apariencias. Con las ganas de querer y con la voluntad para poder.

Y a veces, he dudado de mis compromisos. He parado en el camino, duro y exigente, dando espacio a mis inseguridades y a mi miedo. Dando tiempo a recapacitar. Permitiéndome la reformulación de los mismos. Permitiéndome el olvido de mí mismo. Circunscrito a mis límites. Dialogando con la parte de mí mismo que me empuja a no ser nada.

Y al final, siempre me vuelvo a poner en el camino. Con nuevas ilusiones. Con nueva voluntad. Con nuevas inquietudes....y con los mismos compromisos...