viernes, 25 de marzo de 2016

Excéntrica

De repente un día me dí cuenta de que había sido excéntrica durante toda mi vida.
No sé qué pasó.
Algo hizo clic dentro de mi cuerpo, y entonces, empecé a sentir.
Sentí mis piernas, mi pelvis, mis pulmones, mis latidos, mi corazón, mis ojos, mis brazos. Sentí vida dentro de mí.
Era una sensación curiosa. Nueva. Intensa. No con la intensidad de las experiencias que buscaba antes, una detrás de otra, no. Era una intensidad cálida, dulce, acompañante.
Miré mis dedos, mis manos. Abracé mi cuerpo. Toqué mi cara, mis labios. Toqué mis piernas, mi abdomen. Mi ombligo. Todo era nuevo para mí.
Era como si hubiera salido de un letargo, de una congelación.
Y entonces, me dí cuenta de que siempre había sido excéntrica.
Mi cuerpo y mi alma no habían estado encajados. Habían estado separados. Cruzados. Excéntricos. Y en esa excentricidad, se cortaba mi vida.
Había habido muchos intentos de reparación, pero nunca llegaron a término. Nunca habían conseguido hacer clic.
Hasta aquél día.
Y entonces, todo cambió.
Entonces, la vida se volvió de color. La vida se volvió intensa por sí sola. La vida se volvió luz. Y música. Y colores. La vida se volvió bella, de repente.
Donde antes había una enorme fuerza oscura, ahora había una enorme fuerza luminosa.
Ambas estaban. Cohabitaban. Se alimentaban la una a la otra. Y eso era bello.
Reflexionando sobre qué había podido desencadenar el clic, la respuesta llegó.
Había sido amar.