martes, 31 de julio de 2007

Quien bien te quiere...te hará llorar

Cuando somos pequeños, normalmente, estamos en modo receptivo. Nos educan. Nos dan información. Nos dan una imagen de nosotros mismos y un lugar en el mundo.

Es importante la educación, por así decir, formativa. Los estudios son importantes. Las clases adicionales también. Lo que no recibimos nunca es...educación sentimental. Aquello que te permite aprender el arte de amar y el arte de ser amado. Aprender la primitiva necesidad de reconocer en los demás a aquellos que nos quieren, estiman y respetan y de discernir quién no nos respeta, ni nos quiere. Aprender uno de los mecanismos básicos que hacen de este mundo algo mágico y maravilloso.

Sin embargo, esta necesidad primordial no se nos enseña. Se da por hecho. Estás en el mundo y eso es suficiente. Manéjate como puedas.

Y entonces, tenemos lo que tenemos. Lanzados al mundo, sólo nos toca recibir. Y cada uno, dará después, en temas sentimentales, aquello que recibió, salvo que sea alguien a quien le importe la reflexión y el conocimiento de uno mismo y de los demás. Y sobre todo, a quien le importe hacerse una idea propia de lo que significa para él querer a los demás y qué idea tiene de cómo quiere que le quieran a él.

Y lo que recibes, muchas veces, tiene muy poco que ver con el amor o con tus necesidades en ese tema. Hay quien aprende que si quieres...dañas. Quien aprende que si alguien te quiere...te hace sufrir. Quien aprende que el amor es...sacrificio. Que el amor es...dependencia o...necesidad. Que el que te quiere...no necesariamente te respeta. Que querer es...querer que el otro no sea como quiere ser él...y miles de cosas que distorsionan un mecanismo diseñado para estar...en el cielo. Que querer a alguien, conlleva la obligación de...hacerle feliz. Que si alguien te quiere...tiene que estar a tu disposición...para hacerte...feliz...

Y claro, todas estas cosas...que se nos quedan...oscurecen nuestra capacidad de amar, de dar, de aceptar ser amado. Porque no necesariamente el que te dice que te aprecia, realmente te aprecia, o te quiere. Porque tampoco necesariamente el que tú digas a alguien que le aprecias significa realmente que le aprecias, o le quieres, o le amas...

Y entonces..., nos preguntamos..., ¿quién me quiere de verdad?, ¿cómo sé que quiero a alguien, de verdad, no con impostura?. Difícil cuestión, desde nuestra educación.

Querer...tiene que ver con dejarte ser uno mismo. Con aceptarte tal cual eres. Con sacar de tí todo lo bueno y maravilloso que llevas dentro. Con dedicarte tiempo. Con tener ganas de saber cómo estás. Con tener ganas de saber de tí. Con tener la esperanza de que las cosas te vayan bien. Con no querer que dependas de alguien. Con no dejar de aclararte los malentendidos. Con darte apoyo y comprensión, confianza, respeto. Con dar tu sincera opinión pero no con imponerla. Con dejar ir, si eso es lo que se quiere. Con acompañar. Con reconfortar. Con compadecer. Con saber ponerse en el lugar del otro. Con ganar el corazón del otro y no su cuerpo (o no solamente su cuerpo)...

Querer...no tiene que ver con hacerte llorar. Con hacerte sentirte pequeño. Con hacerte el vacío o no hablarte, a pesar de estar enfrente, o al lado. Con la burla y el desprecio. Con la ironía. Con la sonrisa de medio lado. Con la esperanza de que no obtengas aquello que quieres. Con no confiar en tí. Con no respetar tus ilusiones o tus miedos. Con no respetar tus opciones. Con levantarte la voz...o la mano. Con decirte...y creer que...si tú te vas...yo me muero...

Y tú, ¿en qué lado estás?...

lunes, 23 de julio de 2007

Nuestra Señora La Sombra

En el mundo de la luz siempre hay sombras. En la oscuridad no. A la luz del día y a la luz de los demás, todos tenemos sombras. Todos somos el anverso y el reverso. Todos tenemos capacidad potencial para todo lo bueno y todo lo malo.

Cuando hay poca luz, apenas se distingue lo limpio de lo sucio. Cuando el desafio de una situación para nosotros es muy poco, apenas se distingue nuestra verdadera valía y nuestro verdadero coraje. Pasamos aceptablemente. Cumplimos.

Cuando hay mucha luz, hasta una pequeña mota de polvo se nota. Y molesta. Cuando el desafío es grande, muchos de nosotros nos descubrimos vacíos, con muchas motas de polvo que "afean" nuestro malentendido gran coraje y nuestra malentendida valía. Y entonces, nos retraemos. O nos superamos. Únicamente depende de nosotros. Y de nuestra sombra...

Porque realmente, nuestra sombra es nuestra Señora. Nuestro guardián y nuestro carcelero. Nuestra voluntad lucha todo el tiempo contra ella. Contra su afán de determinismo. Contra su afán de protagonismo. Contra su afán de expansión, para que esté presente siempre ella...que conoce nuestros miedos, nuestras debilidades, nuestros fracasos, nuestro pasado.

En su guarida teje constantemente, con todo aquello que nosotros relegamos al subconsciente. Porque nos hace daño. Porque no hemos sido capaces de resolverlo. Porque nos atormentaron con ello. Porque no nos gusta. Porque no podemos afrontarlo...y con ello nutrimos a la Señora, que, encantada, se alimenta y se regocija, atrincherándose y reservándose para la batalla.

Y llegado el momento, estamos nosotros solos, con nuestra voluntad como única arma, frente a la Señora, a la todopoderosa, a la que nosotros mismos dimos poder...

Y entonces sólo nos queda un remedio. Luchar. Luchar con la voluntad. Cara al frente y postura erguida. Comenzamos una batalla para ganar nuestro derecho a elegir. Elegir quiénes somos. Elegir a dónde queremos llegar. Elegir desde qué lugar enfrentamos el mundo. Elegir los recursos, internos y externos, que queremos ser capaces de manejar. Elegir...todo aquello que queramos elegir.

Y en esa batalla, sólo debemos recordar algo...nuestra Señora la Sombra, tiene poco poder en la oscuridad...y la luz...la luz está dentro de nosotros...

martes, 17 de julio de 2007

Todos los hombres son mortales

Todos hemos buscado alguna vez, con desesperación, el sentido de la muerte. Todos hemos deseado, alguna vez, no morirnos nunca. Hemos deseado que no se mueran nunca nuestros seres queridos. Y frente a este deseo y a la frustración que produce el no tenerlo, hemos desarrollado teorías, mitos y hasta religiones enteras, en busca de un refugio que nos consuele del desconsuelo que nos produce esa frustración.

Muchos se refugian en la religión, casi sin buscar un por qué, frenética y desesperadamente. Otros se refugian en lo mismo, pero de forma racional y controlada. Otros prefieren los mitos y las teorías, y pocos, muy pocos, nos quedamos con lo que tenemos. Y lo que tenemos es, que todos los hombres son mortales. Esto es lo único verdadero.

Afrontar el hecho es duro, buscar el consuelo, la explicación benévola que nos alivia la frustración de este hecho, es fácil. Lo que no es fácil es afrontarlo, cara a cara. Crudamente.

Porque afrontarlo supone saber que dispones de un tiempo limitado que no conoces. Que cuando llegue ese tiempo, sabes que no podrás abarcar el mundo como lo habías hecho hasta entonces. Y que todo lo que hayas conseguido lo perderás.

Planteamos el enfrentamiento analizando lo que perdemos, como sujetos movidos por el apego. Pero nunca lo enfrentamos analizando lo que se gana. Las ventajas que supone el hecho de que todos los hombres son mortales.

Y las ventajas son muchas. Y claras. Y es la muerte lo que permite la evolución. Y es la muerte lo que da sentido a la vida y a todo nuestro mundo. Todos nosotros morimos a cada minuto. Y a cada minuto nace algo nuevo de nosotros, posibilitado por aquello que se ha muerto.

Aquello que se muere nos empuja hacia delante, o hacia atrás, pero no nos deja indiferentes. Si no existiera la muerte, la indiferencia sería la reina del mundo. Y la felicidad, la compasión, la amistad, el amor, el deseo de superación y todo aquello que merece la pena no tendrían cabida. Porque no existirían sus antagonistas. Y se necesitan los antagonistas para poder existir, para poder definirse. Es el enemigo el que nos define, el que nos enfrenta a nuestros límites, el que nos hace querer superarnos...o sucumbir.

Y hay algunos, que prefieren mil veces saber que tienen un tiempo determinado, no conocido a priori, para intentar descubrir quién son. Y ése es su desafío y les encanta. No quieren mitos ni religiones ni teorías. Quieren la cruda realidad. Es lo que les define y a lo que se deben. Esa es su señora y su religión. Nada más...y nada menos.

lunes, 16 de julio de 2007

El lugar desde el que enfrentamos el mundo

Todos nosotros interpretamos y enfrentamos el mundo desde una determinada postura y un determinado lugar.

Y esta postura y este lugar están configurados, fundamentalmente, por la imagen que tenemos de nosotros mismos y el poder que le otorgamos a los otros y a los acontecimientos del mundo sobre nosotros.

La imagen que tenemos de nosotros mismos está determinada por nuestras experiencias, por el ambiente en el que nos desarrollamos, por la imagen que los más cercanos a nosotros nos otorgaron, por el lugar que nos dejaron o nos impusieron ocupar y por el esfuerzo activo que hacemos nosotros para desarrollarnos.

El poder que otorgamos a los demás está directamente relacionado con los derechos que creemos poseer y el poder que creemos nosotros que podemos ejercer en los demás. Saber qué derechos tenemos no significa que, íntimamente, nosotros nos sintamos con derecho a tenerlos.

Para sentirnos con derecho a tenerlos, necesitamos una imagen positiva de nosotros mismos. Y necesitamos control para ejercerlos. Y responsabilidad para limitar los daños que se pueden ocasionar al ejercerlos. Y esa responsabilidad deviene de la imagen que tengamos que nosotros mismos y de los demás. Eso es lo que determina el lugar desde donde "hacemos palanca para levantar el mundo".

Nacemos para heredar una imagen de nosotros y por tanto, del mundo, y morimos construyendo otra. Hay quien no construye, porque le basta la imagen que le han dado. Hay quien no sabe que puede construir, porque es la imagen que heredó. Y hay quien entiende que, quizá, puede llegar a construir una imagen diferente. Y decide construirla.

El que esté en ese camino, sabe, que el lugar desde el que enfrentará el mundo será diferente cada cierto tiempo. Que habrá cosas positivas y cosas negativas. Pero, ante todo, y sobre todo, sabe y entiende, que, por encima de todo, tiene algo que nadie le puede quitar. Y eso que tiene se llama...voluntad.

domingo, 1 de julio de 2007

La Reina de las Nieves

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido raptados por la Reina de las Nieves. Y a oscuras, hemos quedado encerrados en su castillo, y castigados a componer la palabra eternidad.

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos estado indecisos en esa situación y hemos dejado de luchar.

Todos, en algún momento de nuestras vidas, hemos visto como alguno que nos aprecia ha luchado en vano para rescatarnos, sin entender, que no se puede rescatar a aquél que no quiere ser rescatado.

Y finalmente, la mayoría, hemos decidido, en un determinado momento, volver a luchar para escapar.

Y después de luchar y de escapar, nos hemos reconocido más fuertes, más precisos en nuestros objetivos, en nuestro conocimiento de nosotros mismos. Y después de ese reconocimiento, hemos ido corriendo a buscar a quien nos aprecia, a explicarle, a rogarle, a quererle.

Que la Reina de las Nieves no pudo con nosotros, que nos hundimos y nos levantamos, que luchamos y que vencimos...

Y entonces, quizá, descubrimos que, ahora, la Reina de las Nieves secuestró a quien nos aprecia...y somos entonces nosotros los que corremos en vano a rescatar y vemos que, quien nos aprecia, no nos ve, ni nos oye, ni nos quiere ver, ni nos quiere oir, porque anda perdido en el castillo, buscando las letras de la palabra eternidad.

Y entonces nos toca a nosotros replegarnos, reflexionar,y esperar...esperar a que llegue el tiempo de lucha, para ayudar si podemos, a quien nos aprecia.

Y este juego de voluntades, de ritmos y de tiempos, es lo que compone nuestra vida. Caemos, nos abandonamos, reflexionamos, luchamos, perdemos, volvemos a luchar y vencemos. Y en el intermedio, queremos. Y vencemos, porque queremos. Y caemos, porque queremos.

Y es este juego de voluntades lo que nos permite crecer. Y tenemos un único deudor en él, al que le debemos dar gracias por definirnos. Y ese deudor es...la Reina de las Nieves.