domingo, 23 de agosto de 2009

Entre tinieblas

Siempre pensé que terminaría por conocer a la gente. Que las múltiples equivocaciones que tenía, eran un camino para llegar a ese conocimiento. Pero, una vez más, me equivoqué.

Así que...aquí estoy...una vida recorrida, llena de equivocaciones, sin llegar a conocer a los demás. Porque cada vez que pienso que conozco a alguien, algún hecho llega para alterar esa suposición. Y con ese hecho llega la sorpresa. Muchas veces en modo de decepción y algunas en modo de ilusión. Pero siempre con la certeza que me golpea de no saber reconocer a los demás.

Lejos de generarme frustración, me genera curiosidad. Por saber en qué me equivoqué esa vez. Qué premisa tomé por cierta que me hizo llegar a creer que sabía quién era el otro.

Y siempre, siempre, se repite una. El instante en el que bajé la guardia. El instante en el que creí que el otro ya se había ganado mi confianza y por ello...el instante en el que le otorgué mi confianza.

En ese instante...dejé de observarle por un agujerito hecho en la pared que levantaba entre él y yo. Derribé los muros y las paredes y empecé a dar hipótesis como verdades. Y dejé de fijarme en los pequeños detalles. En esos pequeños detalles que unidos por hilo fino, dejan entrever cosas. Cosas que pasan por alto y que van construyendo al otro en relación contigo.

En ese instante...dejé de observarme a mí misma por otro agujerito en mi interior. Derribé subterráneos interiores y dejé de fijarme en los pequeños detalles de mí misma. En esos pequeños detalles que unidos por hilo fino, van construyéndote en relación al otro.

Y en ese instante...en el que se derriban muros y paredes, y deja de aplicarse el ojo a agujeritos en las paredes...deja de construirse la relación, finiquitada por un instante.

Y he llegado a la conclusión de que, por mucho tiempo que pase, siempre cometeré ese error. No se trata de no otorgar la confianza. Se trata de relajarse. Se trata de la relajación que sobreviene a la confianza.

Creyendo que la confianza otorga luz y cincela la relación, me olvido que vivimos, unos y otros, entre tinieblas. Unas tinieblas de las que no tenemos una certeza medida y que se hacen insondables a medida que nos acercamos...los unos y los otros...

domingo, 2 de agosto de 2009

El geógrafo de subterráneos

Mi mente es un universo de subterráneos. Algunos son pequeños en longitud y profundidad. De otros no sabría decir ni cómo son. Y tengo la certeza de que hay otros que...ni siquiera he descubierto...

Hace tiempo que descubrí que yo era un ser subterráneo. Con muchas oscuridades y muchas irregularidades. Tantas que harían falta varias vidas para catalogarlas...

Os preguntaréis que qué es eso de ser un ser subterráneo...Es una buena pregunta...aunque quizá no sepa responderla...quizá si cuento cómo me convertí en geógrafo de subterráneos...

Un día me dí cuenta de que mi memoria fallaba. Fallaba cuando quería rememorar las emociones. Tanto las positivas como las negativas. Podía recordar cualquier hecho, pero era el hecho concreto, aséptico, sin olores, sin imágenes, sin emociones...como si fueran ecuaciones matemáticas...

Aquello no me había pasado hasta entonces. Previo a ese día, cuando recordaba algo, lo recordaba con todo su contexto asociado...con toda la riqueza de sensaciones...parecía que volvía a ese momento pasado...

Sin embargo, ahora, no me sucedía eso. Mis recuerdos se habían convertido, de pronto, en ecuaciones matemáticas. Adónde se había ido todo lo demás, es algo que desconocía, que me desconcertaba...pero estaba seguro de que debían de estar en algún sitio...

En algún sitio de mi cerebro...seguro...así que, después de la sorpresa inicial, me puse a investigar...las emociones se debían de haber escondido. Por alguna razón, habían decidido escabullirse, pero sin duda, debían de seguir estando dentro de mí, porque cuando soñaba, soñaba con emociones.

Así que, sí, debían estar en algún sitio, subterráneo, en algún lugar de mi geografía...subterránea...aquella que estaba bajo mi piel, oculta a la luz y a la vista...de los demás...pero no de mí mismo...no de mi mirada interior...

Era cuestión de mirar...y así fue como decidí ser geógrafo de subterráneos...de mis propios subterráneos...

Tuve que aprender a mirarme, desde fuera, desde dentro, desde los lados, desde todos los puntos de vista que se me pudieran imaginar...y conforme iba avanzando mi mirada, los subterráneos se multiplicaban...al principio parecían simples, pero a medida que pasaba el tiempo, descubría que...dentro de un subterráneo había otro y luego otro y luego otro...y así...casi hasta el infinito...convirtiéndome, casi por completo, en un ser con infinitos huecos, recodos, muros, pasadizos...un ser subterráneo...

Y mis emociones...y mis recuerdos...y mis pensamientos...navegaban libremente por ellos...saliendo a la superficie, a veces, cuando yo los requería...y la mayoría de las veces...escondiéndose en los más recónditos...a su libre albedrío...y yo, poco podía hacer, más que ser...un notario de mi propia geografía...