domingo, 28 de junio de 2009

El origen del deseo

Desde hace un tiempo estoy en calma. En calma chicha. Una calma que me cala los huesos y el alma. Todo lo que respiro, todo lo que percibo, todo lo que es visible, todo lo que es invisible...se ha convertido en calma. Y yo, que durante tanto tiempo suspiré por la calma, la encuentro ahora insoportable.

Pasé a este estado, desde la tensión. En aquellos momentos suspiraba por la calma. Quería que llegara con todas mis fuerzas. Y cuando llegó, lloré de alivio y de felicidad. Pero ya llevo un tiempo aquí. Demasiado tiempo.

Quiero que vuelva la tensión. Aquella que me hacía agotarme. Aquella que me hacía superarme. Aquella que me ayudaba a tratar de dar lo mejor de mí mismo. Lo necesito. Lo quiero. No soporto la calma.

Y...así ando. Entre estados de calma y de tensión. Del deseo que satisfago nace el deseo insatisfecho. Y el ciclo es...infinito.

Asi que..quisiera encontrar el punto exacto del equilibrio. Del equilibrio entre la tensión y la calma. Ese punto inestable que debes manejar tú. En el que tú eres el dueño absoluto. En el que se toma conciencia de la finitud que contiene el infinito. El que te permite pasar de la tensión a la calma y de la calma a la tensión. A voluntad. Con total control.

El punto ante el cual he fracasado innumerables veces. El punto que para dominar exige que te hayas enfrentado a tí mismo. Y hayas vencido. El punto en el que se encuentra el origen del deseo...donde todo empieza y termina.

Pero...cómo encontrar ese punto. Llevo miles y miles de años buscándolo. Miles y miles de años confundiendo su localización. Miles y miles de batallas perdidas contra mí mismo. Y a pesar de ello, sigo buscando. Y en esa búsqueda, todo mi yo se ha convertido en una sola cosa. En puro deseo...insatisfecho...