domingo, 26 de febrero de 2012

Vagabunda

Nací y viví. Morí. Volví a nacer y volví a morir. En un continuum sin fin. Y en cada vida estaba dormida. En cada vida, vivía sin querer vivir, vivía sin querer experimentar.

No recordaba las vidas anteriores. No tenía conciencia de mi fuerza y de mis posibilidades. No tenía conciencia de lo maravilloso. No tenía conciencia de lo miserable.

Gastaba mis días, uno detrás de otro, como aquél que gasta la suela de sus zapatos, a costa de su roce con el suelo. Sí, creo que ésa puede ser una buena metáfora. Estaba muy cerca del suelo. Apenas sí levantaba la vista. Apenas sí miraba hacia dentro. Y apenas sí miraba hacia fuera.

¿Qué puedo decir en mi descargo?. Nada. Creo que no puedo aducir nada. Tampoco quiero con esto culpabilizarme de nada. Cada uno descubre, en algún momento, en alguna vida, que vivió dormido. Que vivió sin conciencia de sí, y sin conciencia del mundo.

No es malo. No es bueno. Es lo que es. Es una etapa normal. Una etapa que hay que pasar. Nadie nace dándose cuenta. A mí me costó mucho. Me costó muchas vidas. Me costó muchas muertes. Pero, al fin, héme aquí despertando. Héme aquí dándome cuenta, de que fuí, durante muchos años, durante muchos siglos, una vagabunda.

Una vagabunda que lo único que quería es que llegara la noche, para descansar. Que llegara al día, para seguir durmiendo despierta. Vagabundeé y vagabundeé haciendo miles de cosas. Visitando miles de lugares. Leyendo miles de libros. Atesorando cifras y palabras. Sobre todo palabras. Sobre todo frases.

Eran las que me protegían de mí misma. Las que me protegían de la realidad. Las que me protegían de mirar dentro. De preguntarme a mí misma. De preguntar a mis emociones. De preguntar a mi cuerpo. De preguntar a mi sombra.

Y entonces, hoy, aquí, declaro, que en mi millonésima vida, he empezado a vagabundear de nuevo, pero esta vez, con el firme propósito de ser vagabunda...dentro de mí misma...