domingo, 28 de septiembre de 2008

Tiempo y espacio

A veces me pregunto dónde estoy. Qué soy y qué hago aquí. He adquirido el sentido del tiempo, porque a alguien se le ocurrió que podíamos medirlo. He adquirido el sentido del espacio, porque a alguien se le ocurrió que podíamos modelarlo.

Abandonado a mi suerte en este mundo de tiempo y espacio, me surgen a menudo esas dudas. E incapaz de resolverlas, decidí llegar a ser señor de mí mismo. Peliaguda cuestión. Pero soberbia para llenar una vida.

¿Me respondería cómo hacerlo, aquél que se le ocurrió medir el tiempo?. ¿Me respondería, acaso, aquél que se le ocurrió modelar el espacio?. Intento medir aquellas cosas de mí mismo que puedo medir. E intento modelar aquellas cosas de mí mismo que puedo modelar. Pero pronto me quedo sin herramientas.

¿Qué hacer con mis sueños?. ¿Qué hacer con mis sentimientos y emociones?. ¿Qué hacer con mi imaginación?. Todos ellos rompen mis espacios y mis tiempos. Todos ellos hacen añicos el pequeño control que consigo cuando mido y cuando modelo. Y cuanto más me empeño en hacerlo, menos control tengo.

Y así, entretengo mi tiempo y mi espacio...intentando ser señor de mí mismo...y lo único que consigo es...distorsionar...el tiempo...y el espacio...

domingo, 21 de septiembre de 2008

Mi compañera...la soledad

Creo que fuí solitaria casi desde que nací. Desde que tengo uso de razón, era más feliz ensimismada en mi mundo fantástico que en cualquier otro sitio. Dialogar con los seres fantásticos que habitaban mi mundo era cien mil veces más apasionante que intentar establecer algún lazo de algún tipo con los que estaban enfrente.

A veces parecía que estaba encerrada en una campana de cristal. Enorme. Yo intenté, al principio, que el cristal se rompiera. Pero mis esfuerzos eran inútiles. El cristal no se rompía. Los demás tampoco me entendían. Entre su mundo y el mío, había mil abismos. Podías cruzar miles y siempre aparecían muchos miles más, que hacían que, indefectiblemente, mi mundo y el mundo de los otros nunca se unieran. Parecía que los seres fantásticos de mi mundo no interesaban a los demás, y que las realidades de los demás no me interesaban a mí.

Eso me llevó a una cierta frustración. Al principio, pero no duró mucho. Porque mi mundo fantástico era infinito. Podías recorrer mil caminos, pero siempre había infinitos más esperando. Podías ver animales de todas clases y seres fantásticos que te ensortijaban el pelo y te hacían arrumacos. Si me sentía triste por algo, aparecían miles de hadas que me susurraban al oído que no pasaba nada. Si me sentía contenta por algo, entonces los elfos bailaban conmigo.

Tenía un caballo de alas blancas en el que montaba cuando iba a dormir y entonces me llevaba volando a distancias infinitas, más allá de las estrellas y perdía la noción del tiempo.

Evidentemente, esto me trajo muchos problemas en mi vida cotidiana. Era incapaz de enfrentarla. Al menor problema, mi caballo y mis hadas me llevaban lejos, muy lejos, de mi cuerpo físico, que entraba en trance. Para entonces ya todos me habían etiquetado y clasificado. En aquella categoría de los que es mejor evitar. No por nada sino por todo. Y entonces, fue cuando la soledad se convirtió en mi compañera.

Poco a poco desaparecieron los seres fantásticos de mi mundo fantástico, porque la soledad rompió la campana de cristal. Estaba allí desde que me levantaba hasta que me acostaba. Fue la que introdujo la certidumbre. El tiempo y el espacio. Fue la que habitó mi mundo. La que lo hizo perecedero. La que lo dotó de valor. Y poco a poco, fuí capaz de enfrentar las otras realidades. Los otros mundos. En definitiva...a los otros.

No dejé de ser solitaria pero entre mi mundo y el de los demás, mi compañera...la soledad...tejió infinitos puentes...

domingo, 7 de septiembre de 2008

La extranjera

Siempre quise viajar. Desde que tengo memoria. Desde que tengo uso de razón. Siempre quise estar en otro lado. Siempre quise ir más allá. Donde nadie me conociera. Donde fuera siempre la extranjera.

Ser extranjera no es fácil, pero me gustan los retos. La soledad es mi compañera y es ella, precisamente, mi único vínculo con mi mundo. Pero cuando llevas toda la vida siendo extranjera, cómo definir cuál es tu mundo.

Al principio es fácil. Tu mundo es aquél de donde partes un día, donde dejas atrás tu vida pasada, para enfrentar un futuro incierto, que, imaginas, está lleno de aventuras y de riesgos. Armada de coraje y de valor, no supones que tendrás miedo. Es más, cuando venga, lo vas a mirar de frente, y entablarás una batalla cruenta, con la certeza de que vencerás. Cuentas con tu desapego con tu mundo como arma.

Pasados unos años, tu mundo sigue siendo aquél que encierra tu vida pasada, que todavía puedes definir, aunque ya con muchas sombras de nómada.

Y llega de repente un día, en el que te miras al espejo y sólo ves a una extranjera. Una extranjera que se perdió en sus aventuras, en sus riesgos, en sus batallas cruentas contra el miedo y, entonces, te preguntas, quién es la que te mira a través del espejo. ¿En qué parte del camino la encontraste?.

Llega, entonces, el momento de replegarse, adentro, muy adentro, para gozar del privilegio de conocer a...la extranjera que habita en tí...y de armar tu mundo, con materiales traídos de no se sabe muy bien dónde...

El caso es que...una vez armado tu mundo, vuelves, indefectiblemente, a querer volver a ser...completamente...extranjera...