domingo, 22 de noviembre de 2009

Quise volar

Desde muy pequeño quise volar. Quería ser pájaro. Quería ser águila. Quería extender mis brazos y que mis pies se levantaran poquito a poquito del suelo. Que mi vista dejara de tener la referencia terrestre y pasara suavemente a deleitarse con el aire, con el cielo, con las estrellas...que mi cuerpo dejara de pesar y fuera ingrávido...

Ése era mi mayor deseo. Me levantaba todos los días al alba, y silenciosamente, me iba a lo alto de una colina. Extendía los brazos, alzaba la cabeza y cerraba los ojos. Y dejaba que todo mi yo se convirtiera en aire, olvidándome de mí mismo.

Y así estaba hasta que me encontraban. Entonces tenía que volver a la vida real. Real para aquellos que me decían que mi deseo era absurdo. Que mis ideas eran irrealidades. Que tenía que hacer por llevar una vida normal.

Y yo me preguntaba que qué sería eso de llevar una vida normal. Qué era eso de tener una vida real. ¿Más real que las sensaciones que yo tenía cuando estaba en lo alto de la colina, fundido con el aire, el sol, la lluvia, las estrellas...?. ¿Más real que mis deseos?.

A medida que fuí creciendo, fuí entendiendo mejor a los demás y sus deseos de que yo llevara una vida normal y real. Y muchas veces me dí cuenta de que los demás olvidaban sus propios deseos y deseaban cosas para los demás...tejiendo un submundo de deseos, expectativas y conversaciones subterráneas que rara vez veían la luz pero que dominaban esa vida que ellos llamaban real. Y en la medida que me daba cuenta de eso, me prometía a mí mismo que yo nunca olvidaría mis deseos, nunca olvidaría que quería volar...

Y cuanto más grandes eran las ansias y deseos de los demás por reconducir mi vida, más grandes eran mis deseos y mis esfuerzos para poderlos conseguir. Creía firmemente en que si quería, podía. Y todas las noches me iba a dormir con el firme deseo de volar...

Hubo un momento en el que los demás estimaron que yo no era conveniente para ellos. Mis deseos no disminuían y eran tan diferentes a los suyos, que suponía un conflicto demasiado grande para ellos. Algo que no podían manejar. Algo que no entraba dentro de su mundo. Y entonces, decidieron hacerme desaparecer.

Primero negociaron conmigo. Después me amenazaron. Poco después me torturaron. Finalmente me encerraron. En un agujero oscuro y sucio. Y no volví a salir. Y aquí sigo. Y sigo levantándome todos los días y cerrando los ojos y abriendo los brazos y recordando aquella sensación de ser aire. Y sigo yéndome a dormir con la firme esperanza de un día poder volar. Y durante todos los minutos y todos los segundos de mi vida desde el día en que me encerraron, sólo hay un pensamiento que cruza mi mente...el que un día dije...quiero volar...