domingo, 22 de marzo de 2009

El ladrón de tiempo

Siempre quise más tiempo. Porque siempre me faltaba. El tiempo era mi obsesión. Porque sabía que había un final. Y no quería que llegara el final. Por eso, todo el tiempo que tenía me sabía a poco. Necesitaba más. Más y más.

Empecé entonces a analizar el sentido del tiempo. ¿Qué era exactamente?. Las definiciones vigentes no me convencían. ¿Qué era eso de que el tiempo era una magnitud física?. ¿Qué era eso de que era una oportunidad para hacer algo?. No, decididamente, no me convencían...

Los resultados de mis análisis tampoco me convencieron mucho. Porque, por más que lo intentara, había puntos ciegos que no podía ver. Lo mirara por donde lo mirara. Lo intentara medir por donde lo intentara medir. Nada, no había manera. El tiempo se me escapaba de entre los dedos sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo.

Y cada segundo, cada minuto y cada hora que se me escapaban, eran un segundo, un minuto y una hora más cerca del final. Esto me agobiaba. Me regalaba noches en vela. Me otorgaba días sin sentido. Pero todos repletos de tiempo, que se me escapaba, rápido, como un fugitivo que no quiere volver a estar encerrado.

Decidí que tenía que cambiar la perspectiva. Seguro que era mi forma de mirar. Mi forma de entender la realidad. Mi forma de vivir. Sí, seguro. Era yo. Yo el que debía cambiar para poder apresar el tiempo. Cambiando mi perspectiva, cambiaría mi forma de vivir y por tanto, cambiaría el orden de mi tiempo.

Asi que...me puse a la tarea. Pero me resultó imposible. Por más que cambiaba mi perspectiva, el tiempo siempre era fugitivo. De una o de otra forma, siempre los minutos seguían a los segundos y las horas a los minutos, acercando un final que no quería afrontar.

Debía de haber alguna manera. No, no era posible que no pudiera apresar el tiempo. Que no pudiera controlarlo. Que no pudiera pararlo, suspenderlo, variarlo. Sólo tenía que seguir buscando.

Pero la búsqueda fué inútil. No encontré ninguna manera. No había forma. Estaba condenado a mi final. Sin solución. Sin opción. Y el final se me hacía insoportable. Es por ello que decidí robar el tiempo. Sí, robarlo. Robarlo a los demás. Si no podía controlarlo, a lo mejor si podía robarlo. Y almacenarlo. Sólo para mí. Para mi fortaleza. Contra mi final.

Salí entonces a la calle. Dispuesto a robar. Y enfoqué mi relación con los demás con el objetivo de robarles. Su tiempo. Curiosa experiencia. Los segundos, los minutos y las horas de los demás, desaparecieron entre mis manos, mi boca, mi lengua, mis brazos, mis piernas, mi sexo...todo mi ser almacenaba el tiempo de los demás. Y yo siempre quería más. Y en ese querer más, dejé de prestar atención a mis segundos, mis minutos y mis horas. Dejé de prestar atención a mi final, antes omnipresente.

Y un día, de repente, sin previo aviso, llegó...

domingo, 1 de marzo de 2009

Egoísta

Soy Egoísta. Con mayúsculas. No tengo ningún pudor en reconocerlo. En decirlo y en escribirlo. Delante de todos. Delante de todas. Soy Egoísta.

Nací así y así crecí. Pensando sólo en mí mismo. Pensando únicamente en aquello que era bueno para mí. Y así llegué hasta aquí. Y pienso seguir así el resto de mi vida. Nada me hará cambiar de opinión.

No me interesa el resto del mundo. No me interesan los problemas de los demás. No me interesan las alegrías de los demás. Los demás, son un borrón en la existencia...los utilizo a mi voluntad. A mi capricho.

Los manipulo para mi deleite. Para mi total y absoluto gozo. Para mi propio beneficio. Nunca me he puesto en el lugar del otro. ¿Qué es eso?. Tengo bastante con ponerme en el mío propio.

Seguro que leer esto te suscita desagrado. Sentirás incluso desprecio. Pero...no te equivoques...tú también eres como yo...solamente que...yo lo reconozco. Yo sé quién soy. Lo vivo y lo acepto...y por tanto, me muestro ante tí...tal y como soy...

¿Osas despreciarme?...