domingo, 25 de septiembre de 2011

Fluidez

Tengo la sensación de que siempre he estado en batalla. Contra el mundo y contra mí misma. Sobre todo, contra mí misma.

Supongo que se debe a los enemigos subterráneos, a esos que no quiero reconocer, y que forman parte de mí. Se esconden bajo los pliegues de mi piel y de mi alma, y cuando menos me lo espero, presentan batalla.

Una batalla de la que se saben ganadores, ya que yo nunca los he reconocido como enemigos. Y ya sabe que, para ganar una batalla, lo primero que hay que hacer es saber quién es el enemigo. Reconocerlo como tal, evaluar su calidad y cantidad. Evaluar tu calidad y la cantidad de tus recursos. Elaborar una estrategia, y, o esperar a que se presente la batalla, o provocar la batalla tú misma.

Pero claro, yo todos esos pasos no los he dado. No al menos con mis enemigos subterráneos. Y por esa razón, quedo a su merced. A su voluntad de presentar batalla, en el momento que quieran. En cualquier lugar de mi geografía. Y generalmente, me pillan desprevenida. Me pillan batallando fuera.

Y yo, sin querer reconocerles, me enfrento entonces a dos batallas. La exterior y la interior, sin tener conciencia cierta de la magnitud de mi osadía.

Pero, presentada la batalla, yo voy. Yo batallo. Contra el exterior, al que reconozco como enemigo, y contra el interior, a quién no reconozco.

Y así me he pasado la vida. Inconsciente en gran medida. Desaprovechando las oportunidades de empezar a fluir con la vida. De dejar de batallar, para entregarme a la maravillosa experiencia de vivir.

Pero, claro, era más importante la batalla.

Esto es lo que pienso, cuando me encuentro al final del camino. Ha sido un camino largo, tenso, lleno de batallas sin fin, en las que creía que mi espíritu se reforzaba, y no me daba cuenta de que era como Don Quijote, a merced de mis enemigos subterráneos y yendo contra molinos de viento, cuando podía haber aprovechado el viento, para ir muy lejos persiguiendo mis sueños.

Por eso, amigo, amiga, desde aquí te digo. Deja de batallar. Reconoce tus enemigos subterráneos, presenta batalla justa y honesta, y en ese mismo momento, empezará tu experiencia hacia la...fluidez...

domingo, 11 de septiembre de 2011

La caja de resonancia

Siento muchas veces que soy una caja de resonancia. Una caja de resonancia grande, inmensa, a veces, descomunal. Una caja donde muchos de mis pensamientos y muchas de mis emociones se originan y se quedan dando vueltas, sin salir nunca hacia fuera.

Se originan en un momento, en algún lugar dentro de mí, y luego se quedan deambulando, bajando por mi estómago, subiendo por mis piernas, hundiéndose en mis venas, chocando en mi corazón, profundizando en mis geografías más subterráneas, sin que lleguen a salir.

Algo se lo impide.

A mí me gustaría que salieran. Grito internamente para que salgan. Sufro porque no salen. Se quedan dentro, mientras yo los oigo, las oigo, los siento, las siento, y me debato intensamente, buscando la vía de salida. Pero ellos y ellas no quieren.

Rebeldes, se arremolinan dentro, convirtiéndome en caja de resonancia. Y mientras yo soy esa caja de resonancia, los demás no se enteran. Mi apariencia es la misma. Parece que no me pasa nada, y yo soy una inmensa caja de resonancia.

Algunos pensamientos salen al cabo de días, cuando han dado mil vueltas dentro de mí. Salen elaborados, cargados de resonancia. Algunas emociones salen, filtradas, sin nada que ver con cómo las siento dentro de mí. Su resonancia ha quedado dentro, y de ellas, los demás, sólo ven una minúscula parte.

Aprendí pronto a ser caja de resonancia. Sobre todo de mis pensamientos. Tardé mucho más con mis emociones. Es algo que siempre quise ser. Y como todo en esta vida, cuando consigues algo, enseguida quieres otra cosa. Tardé años en convertirme en caja de resonancia, y ahora, quiero dejar de serlo.

Quiero bajar los muros que he levantado entre el mundo y yo. Entre los otros y yo. Quiero derribar las fronteras que con tanta energía construí. Y sin embargo, parece poético ser caja de resonancia, y por tanto, quizá, no me aplico con intensidad a dejar de serlo. Porque, en el fondo, me gusta la poesía y el sufrimiento que subyace en el hecho de ser...una caja de resonancia...