domingo, 21 de octubre de 2007

El significado del éxito

Éxito. Es una palabra que la sociedad de hoy nos fuerza a tener en la cabeza. Casi constantemente.

Es necesario tener éxito en la escuela. Ser el primero. Es necesario tener éxito en la universidad. Ser el primero. Es necesario tener éxito en el mundo del trabajo. Ser el mejor, el más rápido, el que llega más lejos, el que tiene la mejor casa, el mejor cargo, la mejor familia...la mejor apariencia externa posible.

Lo que menos importa es lo que tienes dentro. El pasivo de toda la apariencia externa. Eso no importa. No cuentes tu pasivo. A nadie le importa. A tí tampoco te tiene que importar.

Qué importa si no tienes verdaderos amigos. Qué importa si no puedes confiar en nadie. Qué importa si tu mente es un hervidero y te lleva por la calle de la amargura. Qué importa si no encuentras el sentido de tu vida. Todos los demás lo hacen por tí. Eres el primero, el mejor, el más rápido, el que lo ha conseguido y sirve de acicate a los demás para disputártelo. Qué importa nada, sólo la apariencia.

La importancia de tu éxito se mide con las gafas gruesas de la apariencia, del número de invitaciones que tienes, del número de llamadas que recibes por minuto, del número de empresas de las que eres accionista, del número de posibles amantes que tienes, de las cabezas que has cortado a tu paso, del estiramiento, cada vez mayor, de tu cuello y de tu falso ego.

Luego, cuando llegas a casa, cansado de la falsa sonrisa, de los falsos afectos, de las falsas poses, de las falsas invitaciones, de los falsos amigos, etc. te da miedo el encuentro contigo mismo. El encuentro que te obliga a mirar hacia dentro, hacia el pasivo que soporta todo. Y la mayoría de las veces, huyes despavorido, no vaya a ser, que en una de esas, descubras que vives una vida que no deseas y que careces de las cosas más básicas, de aquellas que no generan pasivo y que dan verdadero significado a la vida.

Es necesario que nos paremos, por mucho que nos cueste, a ver y valorar el pasivo que soporta nuestras vidas. Qué activos tenemos, en qué hemos invertido, qué nos va a dar beneficio, pero emocional. Evaluarnos, preguntarnos, en quién confío realmente, qué opino de mí mismo, es esto lo que quiero, qué amigos íntimos tengo, con quiénes iría al fin del mundo, quién me quiere de verdad...¿me gusto?, ¿me gusta aquello en lo que me he convertido?...y sobre todo, ¿qué es el éxito para mí?, ¿necesito tener éxito?, ¿por qué?...

Es importante. La mayoría de las veces, descubriremos...que no nos gusta lo que somos, que quizá, no confiamos en casi nadie, que lo que hago en general no me gusta, que no tengo amigos íntimos, que quizá no tengo a nadie con quién me iría al fin del mundo, y...que no quiero tener éxito, no en la forma en que la sociedad me lo impone. Que quizá...debo buscar mi propio significado a eso de...tener éxito.

domingo, 7 de octubre de 2007

La aceptación de la angustia

Todos nosotros hemos sentido, seguro, más de una vez, angustia. Una sensación que nace, primero, de la tristeza, y que se va adueñando de tu cuerpo, de tu mente, de todo lo que eres, hasta que te oprime el pecho y te cuesta respirar.

Y es posible que llegue a paralizarte, a que llegues a no saber qué hacer. Qué hacer con aquello que te lo provocó. Qué hacer para salir. Qué hacer para no sentir...y si la angustia es demasiada...qué hacer para no...vivir.

Porque la sensación es horrible. Que no te deja pensar, que no te deja comer. Que no te deja dormir. Que no te deja respirar. Y sobre todo...que no te deja vivir.

Pero si lo aceptas. Si aceptas que eso es lo que debe ser en ese momento...te das cuenta que la angustia es...el motor de la evolución. Es el mecanismo que permite al hombre tocar fondo y hacerle revolverse sobre su destino. Es el mecanismo que le impulsa hacia delante, ya que le da las bases para imaginar.

Imaginar que en el futuro, la situación siempre será mejor. Imaginar que encuentra la forma de dominar aquello que le provocó la angustia. Y en ese proceso de imaginación, encuentra la curación de la angustia. Así, hasta que el ciclo vuelve a empezar...hasta el día de la muerte.

La angustia es una de las bases de la naturaleza humana y una de las razones de nuestra evolución. Es responsabilidad nuestra reconocerla y aceptarla, ya que la recompensa es...la evolución.

lunes, 1 de octubre de 2007

Los envidiosos...

Muchos de nosotros, cuando nos topamos con individuos envidiosos, sentimos una especie de malestar o tufillo, que no sabes muy bien de dónde sale. Por mucha buena cara que te pongan, por muchos halagos que te hagan, por mucho lo que sea...la sensación de incomodidad y fastidio es considerable.

Aún estando pagados de sí mismos, los envidiosos identifican en los demás, aquellos rasgos de los que carecen y que les gustaría poseer. Y en lugar de intentar trabajar para conseguir aquello de lo que carecen, generan toda una serie de artimañas y mezquindades dirigidas a intentar destruir aquella característica o características del sujeto envidiado. Hay veces, que la envidia es tan intensa, que llegan a desear matar al envidiado. Y en ocasiones, lo hacen.

El sujeto envidiado, cuando se encuentra delante del envidioso y tiene que sufrir su ataque constante y persistente, siente un cierto malestar que no sabe identificar, al principio. Pero si observa, se dará cuenta de la situación. Y entonces, sabiéndose envidiado, debe decidir entre entrar en el juego o pasar. Pero, siempre, debe saber, que el otro se comporta así, precisamente, porque el otro le da más valor que a él mismo. Esa es su ventaja, y debe saber cómo y cuando aprovecharla.

Las cualidades objeto de envidia son de rango amplio o muy amplio. A veces es un simple lunar. Otras veces es la compañía, o la familia. Pero si hay algo que genera una envidia suprema, es precisamente, aquello que no te pueden quitar y que tampoco se puede adquirir...la inteligencia, y con ella, el afán de superación, el afán de evolución y...la libertad, que hacen del sujeto que la posee, inmanejable en muchos sentidos y sobre todo...independiente...de todos y de todo...