viernes, 24 de julio de 2015

Quebrada

Pasé años dormida. Pasé años escondida. Pasé años fuera de la vida. Y un día, de repente, volví.

Me parecía que podía vivir con plenitud. Me parecía que podía vivir como los demás. Me parecía que podía desbordarme de pasión. Y sin embargo, al pisar la realidad, me dí cuenta de mi propia realidad.

Estaba quebrada. Completamente quebrada.

Si algún día hubo una yo entera, ahora era una yo quebrada. En mil pedazos. En millones de pedazos.

Pedazos que a simple vista parecían unidos. Pero si los ponías a prueba, veías que no. Una rotura sutil era lo que los unía. En cada centímetro de mi yo. En cada milímetro de mi yo.

Estaba quebrada. Completa y enteramente quebrada. De la cabeza a los pies. Del alma al corazón. Del espíritu a lo inconsciente.

Perpleja y anonadada, dí entonces un paso atrás.

¿Cómo vivir con pasión cuando estás quebrada?

¿Cómo vivir, simplemente? ¿Cómo hacer que los pedazos en los que te has convertido funcionen como algo unido? ¿Cómo hacer para que soporten la vida? ¿Cómo hacer para que soporten la pasión, el atrevimiento, la energía vital?

Quizá había que introducir algo en esas roturas sutiles. Quizá había que dar un poco de tiempo. Quizá tenía que aprender, observar a los demás. Quizá tenía simplemente que esperar. O quizá tenía que encontrar a alguien que me ayudara. Alguien que me enseñara.

Dudé al principio, pero luego lo tuve claro.

Tenía que atreverme. A vivir quebrada. A que me inundara la energía vital. A probar qué se sentía cuando atravesara mis roturas, mis pedazos. Nada de más tiempo. Nada de observar. Nada de esperar. Nada de dejar la responsabilidad a otro.

Yo era yo y mis pedazos. Y mis roturas.

Y entonces, le dí paso al atrevimiento. A la entrega. A la energía. A pesar del riesgo de rotura. A pesar del miedo. A pesar de todo.

Entonces la realidad se adueñó de mí, y de mis pedazos, y de mis roturas. Y de alguna manera, no sé cómo, la realidad ejerció de sutura. Y desde entonces, vivo quebrada, y vivo, a la vez, entera.