domingo, 16 de octubre de 2011

El paraíso de Electra

Hoy dejo aparcadas mis reflexiones, para explicar algo que me preguntan muchas veces, y es si lo que escribo me ha pasado a mí, si refleja mi personalidad o no.

El paraíso de Electra es un universo complejo, habitado de personajes. Masculinos y femeninos. Algunos son jóvenes, otros son niños, otros son ancianos, otros inmortales, otros fantasmas. Hay geógrafos de subterráneos, hay cartógrafos. Hay aventureros. Guerreros. Masoquistas. Hay tejedoras de sueños, señoras de las sombras, amantes, fugitivos, actores y actrices con las máscaras prestas. Funambulistas y equilibristas. Dioses y demonios. Extranjeras que quieren ser anónimas.

Están aquellas que yo fuí y que sigo siendo. Están aquellos que yo fuí y que sigo siendo. Está mi parte masculina y está mi parte femenina.

Cada domingo, o casi cada domingo, alguno de ellos alza la voz, para contar su verdad. Para contar de qué está hecho su mundo. Qué percibe. Qué aprendió. Que le cuesta asumir. Qué sentimientos le dominan. El camino que recorrió. Qué no le cuesta. Dónde fracasó. Donde triunfó.

Ellos alzan la voz y mi mano corre presta a darles espacio. A darles palabras. A darles orden, para mantener el paraíso. Para mantener el equilibrio en ese mundo complejo e inestable. Para conseguir la armonía y, a veces, el caos. Y siempre, para dotar a cada uno de su voz. De su voz propia.

Para que vayan buscándose y buscando. Para que vayan evolucionando. Para que vayan creciendo y encontrando la armonía, en ese paraíso complejo, que no es sino mi imaginación, que contiene todo lo que he visto, todo lo que he vivido, y todo lo que no he visto, y todo lo que no he vivido.

Todos los personajes que soy, y los que todavía no he sido. Todo lo que he percibido, y todo lo que no he percibido. Mis lados masculinos y mis lados femeninos. Mis máscaras preferidas y aquellas que todavía no me he atrevido a sacar.

Todo eso y mucho más, es lo que da origen al paraíso de Electra. No es nada más...ni nada menos...

domingo, 9 de octubre de 2011

Todas aquellas que fuí

Hoy dialogué con todas aquellas que fuí. Con la niña que tenía miedo. Con la niña que quería volar. Con la mujercilla que se asustaba. Con la mujer que sobrevivió. Con todas.

Es curioso. Para dialogar, tienes que reconocer al otro. Si no lo reconoces, si no le otorgas tu respeto, el otro no existe. Puede vivir dentro de tí, incluso, pero si no le otorgas tu respeto, no existe.

Y mientras no existe para tu conciencia, se revuelve dentro de tí. Se enrosca, a veces suavemente, otras a la fuerza. Crece. Decrece. Se encoge. Explota. Te fulmina. Se fulmina. Y tú, no te enteras.

Eso sí, condiciona tu forma de moverte. Condiciona tu forma de respirar. Condiciona tu forma de relacionarte. Contigo mismo y con los demás. Condiciona tu alma.

Eres prisionera. Y hasta que no les otorgues tu respeto, seguirás siendo prisionera. Seguirás yendo inconsciente por la vida. Creyendo que sabes mucho de tí, te encontrarás muchos días, muchas horas, muchos minutos, buscando la respuesta a algo tuyo, en un sitio completamente equivocado.

Porque todas las respuestas se encuentran en aquellas que fuiste. En aquellas que siguen viviendo dentro de tí, aunque tú ya no lo sepas. O no quieras reconocerlo. O quieras olvidarte de ellas, por alguna razón.

Siguen ahí. Y siempre seguirán ahí.

De tí depende nombrarlas. De tí depende volverte hacia ellas. De tí depende aceptarlas, y de tí depende respetarlas. Y mientras no lo hagas, únicamente serás un alma que vaga por ahí creyendo que sabe quién es, mientras se le van enroscando en la piel, en las entrañas, en el corazón...todas aquellas que todavía es...

domingo, 2 de octubre de 2011

Envidia

La envidia es un sentimiento curioso. Podría decirse que es un sentimiento retorcido. Y creo que es el único que puedo calificar así. Aparece y se enrosca en tu piel, en tus células, en tu sangre, en tus entrañas, en tu alma. Y no se va. Por mucho que tú quieras que se vaya. Ahí se queda, agazapada. Retorciéndose, buscando caminos sinuosos y complicados. Aparece. Y desaparece. Y vuelve a aparecer.

Sí. Es un sentimiento retorcido. Un sentimiento que no podría calificar de otra manera. El resto son más simples. El odio es el odio. El amor es el amor, aunque también tenga caminos sinuosos. La alegría es la alegría. La tristeza es la tristeza. La envidia es...

...algo que te come por dentro. Que te devora las entrañas y sale hacia afuera de la manera más insólita, porque la víctima, eres siempre tú, que quedas invalidado por ella. Lo de afuera es mejor que tú. Dejas de mirarte. Dejas de saberte ver. Olvidas tu valor y pierdes la perspectiva.

Porque lo de afuera es siempre mejor. Lo de dentro no vale. Y eso te va pasando, mientras la envidia se enrosca sinuosa en tu pellejo.

Y cuando ya ha conseguido eso, que pierdas la perspectiva, la forma de mirar, el enfoque...entonces, dependiendo de tu mayor o menor control, tratas de invalidar lo de fuera, igual que ya has hecho con lo de dentro. Buscas mil y un argumentos, y cuando los argumentos ya no sirven, buscas estrategias.

Estrategias para desvalorizar. Estrategias para hacer daño. Estrategias para matar aquello que está fuera y que te ha matado a tí.

Muy pocas veces entiendes que has sido tú...el que te has matado a tí mismo...de pura envidia...