domingo, 16 de mayo de 2010

Los mundos que percibo

Me dí cuenta un día. De repente. Aunque sabía que ese de repente tenía una sombra muy alargada, que se había gestado mucho tiempo atrás. Pero toda esa sombra, todo ese tiempo, se concentraba en ese instante preciso. De repente.

De repente, mientras escuchaba a alguien, su mundo personal se dibujó frente a mí. Entre él y yo, había un espacio intermedio. Un espacio donde su mundo se dibujaba. Donde su forma de entender el mundo quedaba al descubierto. Sus límites. Su profundidad. Toda su geografía, al descubierto.

Al principio me sorprendí. Pero después, todo era insospechado, misterioso y fascinante. Era increíble ver, cómo, a medida que mi interlocutor hablaba y yo escuchaba, el espacio entre nosotros tomaba forma. La forma de una geografía. La geografía de su mundo. Una geografía que ni siquiera él conocía.

Y estaba frente a mí. Ganando en profundidad y detalles a medida que pasaba el tiempo. Yo solamente tenía que escuchar y observar. Y entonces, lo más íntimo de él quedaba al descubierto. Y yo sabía entonces, si era un mundo pequeño y limitado, con pocos derechos y muchas obligaciones. O era un mundo intermedio, con principios poco claros y ansias de derechos no permitidos.

Y al mismo tiempo que la geografía de esos mundos se dibujaba ante mí, emociones distintas tomaban el control de mí. Había mundos con mapas pequeños, donde mi yo encogía hasta desaparecer. Había mundos con mapas grandes y de colores, donde mi yo lo único que quería era correr y correr, para no entrar. Encontré, así, mundos de todas clases, pero...

...nunca encontré uno hecho a la medida de mí. Y por mucho que busqué y por mucho que encontré, ninguno se parecía al que yo creía que era mi mundo. Pero, claro, era curioso, porque, a pesar de poder percibir y de poder disponer de las geografías de los otros...nunca fuí capaz de percibir y de disponer...de mi propia geografía...

Y he ahí el misterio que ha movido mi vida desde entonces. Busco y busco, anhelando encontrar la forma de volverme interlocutora de mí misma, para poder percibir y dibujar la geografía de...mi propio mundo...

domingo, 9 de mayo de 2010

Eternidad

La Reina de las Nieves volvió. Volvió y esta vez con más fuerza. Me abrazó y en su abrazo, congelada me quedé. El corazón se me heló y y mi mirada quedó sin brillo. Y yo quedé sin voz.

Y así, congelada, me raptó a su castillo, castigada a escribir la palabra "eternidad". Y cada letra de esa palabra se me atragantaba en la garganta y se me pegaba en los dedos, sin querer despegarse de mí y pasar a formar parte de otra realidad que no fuera yo.

Y yo luchaba y luchaba para que esas letras salieran de mí y formaran otra realidad. Otra realidad en la que mi corazón dejara de estar congelado. Otra realidad en la que la "eternidad" no existiera.

Porque las palabras parecen simples, inocuas. Pero no lo son. Configuran la realidad. Nuestra propia realidad y la realidad de fuera. Y una sola palabra basta para configurar un mundo.

Y a mí, la palabra eternidad, impuesta, me oprimía y me asfixiaba, pegándose a mi cuerpo y a mi alma, sin dejarme un solo resquicio para la lucha...y para el crecimiento...para la libertad, para el amor...y para el deseo...

...y desde entonces, aquí estoy, inmovilizada en la eternidad...por toda la eternidad...