domingo, 30 de marzo de 2008

El Privilegio

Oí esa palabra, por primera vez, hace muchos años, a un señor mayor. Me miraba desde muy arriba. La verdad es que yo era muy chiquito y todas las dimensiones eran enormes. Llevaba gafas. Y bigote. Y no me sonreía. Estaba muy serio. Me miraba y tenía la mano derecha levantada, con uno de sus dedos, el que se suele utilizar para señalar, también levantado. Y decía muy serio: privilegio.

No oí nada más. El señor me imponía demasiado y la palabra privilegio resonaba en mi cabeza de chiquito. Privilegio.

No volví a oírla hasta muchos años después. Mi vida era cómoda. Tenía comida de sobra. Tenía un techo para dormir. Tenía dinero. Hasta que todo cambió. La vida me golpeó duro. Me quedé sin nada. Nada salvo mi yo. Pero eso tardé en descubrirlo.

Empecé a vagar por las calles. Al principio, era fácil que te dieran algo de dinero, ya que mi apariencia física y mi ropa no estaban demasiado estropeadas. Era fácil convencer a la gente de que se me había olvidado la cartera en casa. De que me habían robado y necesitaba unas monedas para llamar. También era fácil encontrar un sitio donde dormir. Por la misma razón.

Pero según fueron pasando los días, las semanas y los meses, mi apariencia física mermó. Mi ropa estaba echa jirones. Y ya nadie quería prestar algo de atención a un mendigo insignificante y molesto. Al principio me sorprendía la reacción de la gente. Caridad. ¿Era algo que sólo se demostraba en una capilla?. ¿Era sólo una palabra?. Pronto me acostumbré. A la indiferencia. Al desprecio. A la humillación.

Muy de cuando en cuando, aparecía alguien que te mostraba algo de interés. Que te daba algo. Pero no hablaban contigo, casi rehuían tu mirada. El silencio se me hacía abrasador. Y yo me preguntaba, ¿me lo da a mí realmente, desinteresadamente, o lo hace por él?.

Un día, desesperado, atenazado por la soledad, el hambre, el silencio y la indiferencia de los demás, me acurruqué, hecho un ovillo, en el suelo, apoyado en la pata de un banco. Escondí mi cabeza entre mis piernas y lloré. Lloré como nunca había llorado. Lloré de dolor, de soledad, de tristeza, de rabia y sobre todo...lloré de impotencia...y justo en ese momento...me acordé...privilegio...

Recordé al chiquito que fuí. Recordé el dedo en alto de aquél señor tan grande...y recordé, alto y claro, la palabra: privilegio. Recordé la sensación que tuve cuando retumbaba aquella palabra en mi cabeza. Y recordé que yo...tenía un privilegio...yo mismo...

Tenía mis manos. Útiles. Tenía mi cabeza. Útil. Es más, era bastante inteligente. Tenía mis brazos. Útiles. Tenía mis piernas y mis pies. Útiles también. Tenía mi corazón, dolorido, pero útil...tenía educación...estaba en una posición de ventaja en relación con la gran mayoría de la humanidad...tenía...un...privilegio...¿cómo estaba siendo tan absurdo de obviarlo?...

Dejé de llorar. Y me pregunté dónde estaba aquél chiquito que un día fuí. Dónde estaban todos aquellos que habían sido yo en algún momento pasado de mi vida. Y dónde estaba mi yo en estos momentos. Y resultaba que...tenía miles de yos para hablar con ellos. Miles de yos para hacerme compañía. Miles de yos que me ayudarían a...salir adelante...sólo tenía que hablar con ellos...y ponerme de acuerdo con ellos...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Curiosa historia con arranque en el Privilegio.

Creo que de siempre le entendí un significado a esta palabra y siempre le apliqué otro.
Un privilegio, es un don, una ventaja que se otorgaba por alguien o alguna institución a alguien o a alguna institución, asociación, grupo. Privilegios, fueros.

Sin embargo, quizá aplicado como si de una metáfora se tratara, privilegio, privilegiados son aquellas personas que tienen o han desarrollado un don, una cualidad especial, que en un campo particular, una especialidad, les hace notables, tal vez extraordinarios. Creo que hay tantos dones, privilegios como personas.

Me gusta mas esta segunda interpretación. En cualquier caso, en esta pequeña historia, como siempre parece que no se aprecian los palacios hasta que se pisa y vive en los establos.

Existen intrigas, grupos de presión, poca solidaridad en los palacios, sensibilidades que se hieren con facilidad, pero no se vive mal y se come tres veces al día. En los establos, la necesidad de sobrevivir priva por encima de casi todo.

Delta

Anónimo dijo...

Hace poco leí yo que "el nacer ya es un privilegio".
De hecho es el privilegio más grande que tiene el Ser Humano como persona.
Luego el concepto de "nacer"lleva consigo dos añadidos, que también consideramos "privilegios":
1ºLo que yo llamo "abalorios".
2ºAjustar los abalorios a la vida. En una palabra: ¡Saber VIVIR!. ¡Todo un PRIVILEGIO!.
Según donde tu nacer se produzca, así es tu privilegio. Ese privilegio dibuja toda una vida, una vida decorada con sus abalorios, y alguien (¿quizá sea tu yo?)que los organiza y los reparte desde que naces hasta que te mueres.
Según como coloques los abalorios, así van a ser tus privilegios.
Un abalorio son tus padres.
Otro abalorio es la educación de tu infancia.
otro abalorio es tu carrera.
Otro abalorio es tu cultura.
Otro, tu formación.
" la evolución de lo anterior.
Otro, tu trabajo.
" tus compañeros.
" tu trato social.
" tus amigos.
" tu pareja.
" la convivencia.
" tus hijos.
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La vida tiene abalorios por miles y millones de ellos, que los tienes que pensar, proyectar, organizar y realizar.
Y como abalorios que son, unos pueden resultar mejor y otros pueden no resultar. Los que no resulten, hay que volverlos a programar, porque no puede quedar ningún hueco vacio.Si quedan... Al final, el privilegio que es la vida, puede fallar por alguno de esos huecos que en su día fueron un abalorio, pero que con el tiempo se hicieron una realidad.

Todos esos abalorios junto con el trabajo que tienen que desarrollar, constituyen el PRIVILEGIO de VIVIR.

"Vive la vida y sácale el mayor partido con el privilegio de los múltiples abalorios que debes desarrollar para poder y saber VIVIR".


Rocío del Alba
7 Abril 2008

Anónimo dijo...

Yo no quiero decir nada que siente verdad. Pero la vida si tiene un privilegio grande, que es el de poder dormir y soñar.
Aunque parezca una tontería, muchos de los grandes personajes de la tierra han resuelto sus trabajos y problemas soñando.
Un pensador holandés decía:
"Fascinante es dormir feliz".

Me parece que también habría que considerar como línea del privilegio de la vida el dormir y soñar.

Fdo: Ilusión
7 Abril 2008