domingo, 21 de marzo de 2010

Invisible

Siempre quise ser invisible. Siempre quise ir por el mundo sin que nadie se diera cuenta. Si pudiera ser, sin que yo siquiera me diera cuenta de mí misma. Ya lo sé, eso es mucho pedir...así que me concentré en ser lo menos visible posible a los demás...

Empecé por el silencio. Me entrené para que el silencio se me hiciera soportable. Después, que fuera cómodo. Y por último, que fuera el mayor de los placeres. Cuando conseguí eso, me entrené en que mi presencia fuera sigilosa. Entrené mi cuerpo para que mis pasos apenas fueran perceptibles. Entrené mis gestos para reducirlos a la nada. Al final, yo era una pura máscara. Una estatua de carne y hueso.

Luego quise reducir mis dimensiones. Mi cuerpo me parecía demasiado grande. Demasiado rígido. Todo era demasiado en mí. Quise reducirme a la nada. Así que ensayé posturas, estudié movimientos, controlé mis músculos, hasta que, al final, podía adoptar la forma que yo quisiera. Pequeñita, ocupando el mínimo espacio.

Al principio, los demás creían que me pasaba algo. Había algunos que pensaban que era tímida. Otros que pensaban que era orgullosa. Otros prepotente. En fin, había opiniones para todos los gustos. Pero nadie acertaba. Nadie pensaba que, lo único que yo quería, era ser invisible.

Ser como una niebla fugaz, que se desliza, a voluntad, más despacio o más deprisa. Que no piensa, que no tiene forma, que no desea nada. Que únicamente es moldeable, según el viento, el sol, la luna, las estrellas, las formas por las que va pasando. Que sólo es. Sin esperar nada. Sin desear nada, salvo...ser invisible...

Sin embargo, por mucho que lo intentara, no podía dejar de pensar. No podía dejar de desear. No podía dejar de ser yo. Y cuanto más lo intentaba, tanto más el deseo se apoderaba de mí. Quería dejar de ser y era con más fuerza. Y más y más, en espiral, casi hasta la locura.

Así que, hubo un día, en el que me cansé de querer ser invisible. Y entonces, comencé mi camino para volver a ser visible. Para volver a estar en el mundo de los otros, con las reglas de los otros...volví a romper el silencio y rompí el molde de estatua y la máscara que era...simplemente, para construir otra, más elaborada, pero otra estatua igual...a la manera de los otros...creyendo así, que mi deseo disminuiría.

Pero no. He aquí, que mi deseo, debajo de mi elaborada máscara, pugna por salir, en la forma de ser...cuanto más visible, mejor...

...¿Es eso ser invisible?...

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